sábado, 27 de junio de 2015

* ¿Qué hay después de la muerte?-Parte 3 *

***Preciosa noche de Sábado para todos.

Calma total con el clima espacial, seguimos entonces con el enorme informe de Manuel Sancho Pomés que empieza a ponerse más interesante.


Aquí introducimos un concepto científico que puede tener alguna vinculación con el tema ECM. La coherencia cuántica es un fenómeno físico que incluye un elevado número de partículas de luz o de materia que coinciden de manera colectiva en un momento determinado. Por ejemplo, el haz de un láser ejemplifica lo que es la coherencia cuántica. Todas las partículas de luz emitidas =fotones= oscilan de manera conjunta en la misma frecuencia y fase, resultando en un haz de un solo color. Mediante estimulación externa, el láser alcanza un nivel crítico de energía y mediante una transición sucede un salto brusco a un nivel de energía superior. 

En la luz del láser todos los fotones carecen de identidad individual, por lo que se dice que se encuentran en el mismo estado cuántico. Por el contrario, las lámparas incandescentes o fluorescentes emiten luz incoherente en todas las direcciones y en un espectro muy amplio de frecuencias, resultando en luz blanca. La coherencia cuántica entre partículas está relacionada con la comunicación no local, esto es, con una interacción que posee las siguientes características: es instantánea, independiente de la distancia e inmune al aislamiento. Es decir, que la no localidad se refiere a procesos en los que la señal se propaga a cualquier distancia de manera instantánea.



Por contraste, las señales que se propagan durante un periodo finito de tiempo, son locales. Por ejemplo, el espectro visible electromagnético de la luz que percibe el ojo humano no posee ninguna de las tres características referidas anteriormente. Es decir, hay una distancia finita entre el transmisor y el receptor que se puede medir, las ondas disminuyen en intensidad a medida que viajan y, por supuesto, se pueden bloquear con un aislamiento apropiado. Si extrapolamos estos conceptos a la escala de la percepción humana, podríamos decir que percibimos de las dos maneras: local y no local. 

Por ejemplo, cuando vemos a una persona que se encuentra cerca, los ojos responden a las ondas electromagnéticas de la luz. Pero la mente, según Mitchell, responde de manera instantánea de un modo no local a la visión remota de la misma persona, aunque se encuentre a millas de distancia. Así pues, tan solo los aspectos no locales son percibidos por el observador que se muestra a sí mismo una imagen poco clara y de aspecto onírico. Esto es consistente con estados alterados de la consciencia como la clarividencia, la precognición y la telepatía. De hecho, es ampliamente conocido que la CIA, la agencia de espionaje estadounidense, ha gastado millones de dólares en este tipo de investigaciones.



Thomas Beck insinúa que las ECM se encuentran dentro del terreno de la percepción no local, ya que son virtualmente instantáneas. Debido a este tipo de experiencias podríamos construir la teoría de que el cuerpo humano posee todos los biomecanismos necesarios para la comunicación no local. No es menos cierto que en el estado actual de la ciencia todavía queda mucho por descubrir. A escala molecular y dentro del propio cuerpo humano la comunicación no local ha sido identificada.
Se ha descubierto que en muchos organismos vivientes, incluido el ser humano, se encuentran estructuras cristalinas. 

Los cristales son estados de la materia que poseen un rango muy amplio de fluidez, desde cristales sólidos a semisólidos terminando por otros que poseen propiedades cercanas al gel. Así, mientras que los cristales de calcio en el hueso son sólidos, el colágeno que se encuentra en el mismo interior del hueso es semisólido y nos referimos a él como cristal líquido. Pero estas estructuras se encuentran en todo nuestro cuerpo, incluyendo huesos, tendones, ligamentos, cartílagos, etc… Para acabar de entender este tipo de evidencias hay que referirse al efecto cuántico de túnel, que ya ha sido demostrado en proteínas o, por ejemplo, en el ADN humano.



Este efecto cuántico de túnel se refiere al transporte instantáneo de partículas como fotones, electrones, protones o incluso átomos de hidrógeno que saltan desde el punto A al punto B sin viajar entre ambas distancias. El físico Guenter Nimtz ha demostrado el efecto cuántico de túnel en partículas fotónicas a través de una barrera sobre una distancia de unos diez centímetros. Es decir, que el tiempo que tarda la señal en llegar al otro lado es instantáneo, independientemente de la distancia. Otro ejemplo de sustancias líquidas cristalinas es el citoplasma intracelular, los fluidos dentro de la célula. 

Dentro de ellos, los microtúbulos son los principales constituyentes de la organización de dicho citoplasma. Existen evidencias de que dichos microtúbulos emiten fotones solitarios de luz y pueden ser observados como si fuesen microscópicos láseres pulsátiles dentro de la propia célula. Estos microtúbulos se supone que pueden llegar a desempeñar un papel importante en las comunicaciones humanas, la memoria y el aprendizaje. Quizás en un futuro próximo se logre probar que son elementos fundamentales en la red de comunicación no local que provee de base a las revisiones vitales de las ECM.



Los microtúbulos forman una estructura o esqueleto que da soporte físico a toda la célula, aportando forma y resiliencia. Además de esto, más allá de su atributos meramente físicos, los microtúbulos proveen de un sistema complejo de comunicaciones entre cada célula, que es esencial para el funcionamiento total del organismo. De hecho, el sistema de microtúbulos es conocido como *el cerebro de la célula*. Organizan gran parte de las funciones celulares, incluyendo la división de la misma. En algunas células neuronales los microtúbulos pueden llegar a alcanzar un metro de longitud acomodado en madejas de cientos de miles. 

Se podrían comparar a los cables de fibra óptica utilizados para la comunicación telefónica que consisten en muchas fibras juntas. Para que nos hagamos una idea de sus proporciones, un microtúbulo de un metro se podría comparar a una manguera de jardín de un centímetro y medio de diámetro pero de ochocientos kilómetros de longitud. Si lo observamos a nivel molecular, su complejidad es, al día de hoy, incomprensible. Sin embargo, a un nivel cuántico la comunicación que ocurre entre dichos microtúbulos es un proceso relativamente simple.



Ya Leonardo da Vinci trató de encontrar la situación del alma, diseccionando un cerebro en 1515, basándose en la creencia de la época de que el alma estaba situado en el centro de la cabeza, lo que provocó que fuese denunciado como hechicero. El experimentador Duncan MacDougall trató de poner fin al debate sobre la existencia o no del alma a principios del siglo XX mediante un experimento. Según su razonamiento, si el alma existía debía ocupar un espacio y por tanto debía ser algo material. Y, si era algo material, probablemente tendría peso. 

Duncan montó una cama encima de una báscula e instaló encima a un hombre que estaba muriéndose de tuberculosis. Durante las tres horas y cuarenta minutos que tardó en morir perdió peso a razón de una onza por hora =28.3 gramos=. El doctor atribuyó esta pérdida a la evaporación de las mucosas nasofaríngeas, broncopulmonares y bucales que acompañan a la respiración, y también a la evaporación de humedad producida por la evaporación cutánea. De repente, en el momento de la muerte, se produjo un brusco cambio de peso de tres cuartos de onza =21,225 g=. Esto lleva a preguntarnos: ¿Pesa el alma 21 gramos? El doctor Duncan realmente no quedó convencido tras su experimento, y repitió el experimento una y otra vez, obteniendo resultados semejantes.



Y comprobó que al sustituir a seres humanos por perros no había pérdida de peso al morir, lo que supuestamente confirmaba que no tenían alma. MacDouglas se resistió a publicar sus experimentos durante cinco años, hasta que se filtraron, lo que hizo que mandase sus resultados oficiales a la revista American Medicine. Hoy en día hay quien cree que los resultados observados se produjeron porque, al enfriarse el cuerpo al morir, aparece una corriente de convección entre los dos lados a distinta temperatura de la balanza. Otros dicen, sin embargo, que al dejar de enfriar los pulmones la sangre, el exceso de sudoración produciría una evaporación que podría explicar los 21 gramos observados. 

Los investigadores de todo el mundo comienzan a descubrir que las profundas experiencias espirituales de los moribundos resultan difíciles de explicar, por lo que personas de todo el mundo entienden la muerte y la vida más allá de la misma. Estas investigaciones nos plantean una serie de preguntas: ¿Qué hay después de la muerte? ¿Una intensa luz nos muestra siempre el camino? ¿Todos atravesamos un largo túnel? ¿Qué vemos y qué sentimos en aquel momento? ¿Con quién nos encontramos?



El Cuerpo Astral podría definirse como el Doble o contraparte etérea del cuerpo físico, al cual se parece y con el cual coincide normalmente. Se cree que está constituido por alguna forma sutil o semifluida de materia, invisible a la visión física. En el pasado, se le solía llamar cuerpo etérico, cuerpo mental, cuerpo espiritual, cuerpo del deseo, cuerpo sutil, cuerpo fluídico, cuerpo brillante, espectro, etc… En la literatura reciente se han hecho distinciones entre estos diversos cuerpos; pero a los fines actuales podemos pasar por alto estas diferencias y llamar *Cuerpo Astral* a cierta forma más sutil y distinta de la estructura orgánica, conocida por la ciencia occidental, y que estudian nuestros fisiólogos. 

La enseñanza más difundida y general es que cada ser humano posee un cuerpo astral exactamente en la misma forma en que posee un corazón, cerebro e hígado. En realidad, el cuerpo astral representa más fielmente al Hombre Real que el cuerpo físico, puesto que este último no es más que una mera máquina adaptada para el funcionamiento en un plano físico. Pero tampoco debe creerse que el cuerpo astral sea el Alma del hombre. Del cuerpo astral se ha dicho que es el vehículo del Alma, precisamente de la misma manera en que el cuerpo físico es un vehículo, y constituye uno de los eslabones esenciales en la cadena que une a la mente con la materia.



Gilgamesh***
Continuará...

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